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El ultimo dia de nuestras vidas.

Una mañana, fría, con olor a tierra húmeda, iba sin rumbo por la calle, con la mirada al suelo, era uno de esos días en que el fío encoge todo, recuerdo muy bien que mis dedos estaban tan helados que pudieran haber enfriado una caldera completa, cubiertos solo con mis bolsillos, los guantes son inútiles para mi, al momento de colocármelos, mis manos comienzan a calentarse demasiado, a incomodarme, no resisto esa sensación, sin contar que mis manos rara vez caben en alguno de ellos. Saque las manos de mis bolsillos, en busca de mis cigarros, al momento de levantar la cabeza, sentí esta presencia muy agradable, percibí un aroma que me detuvo por un instante y mi caminar se volvió automático, mi cabeza un faro descompuesto, voltee a todos lados, con el cigarro en la boca y el encendedor en mis manos, al no encontrar nada, regrese a mi, encendí el cigarro y crucé la calle, de nuevo mi vista volvió al suelo. Al toca la acera, sentí esa mirada de nuevo, esta vez, no perdí mi tiempo y voltee lo mas rápido posible, entre toda esa gente, abrigos de colores tristes y sombreros de la edad media, vi un sobresaliente abrigo que me recordó al instante una granada tan roja tal y como explosión, un cabello tan negro como mis sueños y una tez canela, pero lo que me hizo quedarme ahí, fueron tus ojos, no me recordaron nada, simplemente, me hundí en ellos.

Tras unos instantes de intercambiar miradas, las nubes se desataron, todo mundo entro en caos y trato de buscar un lugar donde cubrirse de los llantos del cielo, ese fue el instante en que te perdí, desapareciste, desesperado, trate de reencontrar aquella sombra sobre la explosión de tu abrigo, sin resultado alguno, fui al café mas cercano en busca de algo de calor, al sentarme, ese calor recorrió mi cuerpo, un escalofrío remplazo el calor, se ubico en todo mi cuerpo, entraste al café, no sabia si irme, preguntar por tu nombre o simplemente ignorarte. Antes de decidir que hacer, oí tus pasos y sabia que se dirigían a mi, me hundí en las lineas de mi libro y fingí tener mi atención vaciada totalmente en la lectura, sentí tu mirada demasiado insistente, como si quisieras que volteara, me rendí, solté el libro, voltee. Es esa mirada en llamas que me lleno de preguntas se clavo en mi, el café estaba lleno y tu pediste sentarte conmigo, ya no había mas lugares y decías que yo era la persona mas agradable del lugar, que te inspiraba confianza, un silencio incomodo lleno el lugar, sonrojada y nerviosa dijiste que no había problema, que si esperaba a alguien podías buscar otro asiento, inmediatamente, afirme que era un tonto, que te sentaras.

Las horas pasaron, al igual que la lluvia, sin darnos cuenta, la noche nos callo encima. Al ver la hora, te levantaste, perdón, debo irme, ya te ibas, te detuve del brazo, te acompaño, te dije, nerviosa, me permitiste ir contigo, no sabia a donde nos dirigíamos, pasaron 2, 3, 4, 5 cuadras, te pregunte si era necesario un taxi, ya casi llegamos dijiste, 6, 7, 8, llegamos, una puerta negra de metal, con 4 ventanas a cuadros, fue nuestra parada, nos miramos, te tome de la mano, acariciaste mi rostro, nos besamos, lo sentí no solo en mis labios, si no en mi cuerpo entero, abríamos hecho el amor a la luz de la luna, pero debías irte, admire la puerta unos segundos y te vi alejarte a través de las 4 ventanas que había a la altura de mi mirada, decidido a marcharme, di la media vuelta, pero antes de dar un paso, regresaste, perdón, es que, un gesto de risa y de no puedo hacer nada cubrió tu rostro, llámame, no saldrás tan fácil de esto.

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